Por: Ana Laura Cattaneo
Coordinadora de Ciencias del Colegio Bilingüe New Horizons. Es Licenciada en Nutrición con posgrado en múltiples áreas de la Nutrición, curso en Pedagogía Universitaria y cursando actualmente Maestría en Educación.
Es hermoso poder observar la comunidad dominicana participando en actividades que contribuyen a mejorar el medio ambiente, como sucedió en la limpieza de costas del malecón, en la salida del Río Ozama, colmado de plásticos y otros residuos, donde grandes y chicos demostraron solidaridad con su entorno y el impacto en la naturaleza de las malas acciones de los mismos ciudadanos.
En la República Dominicana se puede notar que particulares y organizaciones no gubernamentales desarrollan iniciativas para cuidar y proteger el medio ambiente, por ejemplo, la formalización de centros de acopio de residuos no sólidos clasificados, con el fin de facilitar las tareas de reciclaje.
Nadie puede negar los efectos del cambio climático en la naturaleza y el impacto de las acciones del hombre en su entorno natural. La realidad es que en nuestro país no existe un sistema organizado de eliminación de residuos, y existe un evidente problema de educación en la disposición de los mismos. Para algunos, la excusa es que no hay zafacones; pero en muchos países los parques nacionales no tienen donde dejar los residuos, y no están sucios porque los visitantes se llevan los plásticos y envases con los que arriban a estos y, en otros, nadie corta un árbol sin un permiso especial, aunque esté en su propio terreno. Surge el interrogante: ¿es posible sensibilizar y formar generaciones que decidan y muevan un país teniendo en cuenta el impacto ambiental?
Según los principios contenidos en el documento Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (Delors, 2006) “la educación ambiental basada en estrategias específicas tiene un rol fundamental en lograr sociedades con habilidades que contribuyan al cambio social de protección de recursos naturales y disminución del daño al entorno”. Desde hace unos 15 años se han publicado al respecto de la educación en valores, varios trabajos (Molano, 2012; Sauvé, 2004; Gutierrez & Pozo, 2006; Ruiz, Barraza & Ceja, 2009; Alvarez &Vega, 2006) para el cuidado del medio ambiente orientando la implementación de estas técnicas en las escuelas, donde todo no se queda en teoría, sino que se interviene la escuela completa con actividades puntuales, con programas de evaluación y seguimiento.
Más que nunca hace falta incluir en el curriculum escolar programas educativos que incluyan la formación en valores medio ambientales, tales como: respeto por el medio ambiente, consciencia ecológica, iniciativa y participación eco amigable entre otros.
Estos programas que se desarrollan en el aula, tienen que ser acompañados del ejemplo que viva la institución, es decir, la escuela debe practicar lo que predica. ¿Cómo se logra? disminuyendo el uso de plástico, evitando la utilización de sorbetes, clasificando los residuos sólidos, reciclando materiales, sembrando e incrementando los espacios verdes, e implementado sistemas energéticos eco amigables.
Son buenas noticias el saber que algunos centros educativos de República Dominicana están impulsando la educación medio ambiental. Un ejemplo de esto, es DEEP: programa de educación medio ambiental de la República Dominicana. Un proyecto iniciado con la colaboración de Hiram College y Learning Streams International y COUNTERPART International, una agencia de protección medio ambiental de los Estados Unidos y llevado a cabo por varios colegios privados de Santo Domingo, donde se realizan protocolos de relevancia científica para el conocimiento y recolección de data de calidad de aguas dulces y costeras, de ríos, y de manglares entre otros. Este tipo de iniciativas, más los cambios estructurales, y de estilo de vida eco amigable que pueden tener las escuelas, producirá de seguro un legado de ciudadanos preocupados por su entorno natural, y logren por fin un impacto positivo en el medio ambiente dominicano.